Con ocasión de la reciente victoria de Rafa Nadal en Roland Garros -y van siete-, la Pimpinela escarlata escribe sobre los deportistas que gozamos y los políticos que padecemos.
Dios nos dio a los españoles deportistas de primera para compensarnos de políticos de tercera.
Texto: La Pimpinela escarlata.
Recibo, en mi despacho, la noticia del nuevo triunfo de Rafa Nadal, el séptimo en Roland Garrós del mejor deportista español de todos los tiempos y el mejor tenista de la Historia mundial. Mi Facebook, tan monárquico siempre, se llena de miles de peticiones de “Nadal, marqués ya”, que me recuerda al “Santo Subito” de Juan Pablo II. Pongo el “Canticorum jubilo” para procurar el acompañamiento musical debido a esta impresionante victoria, el aire se llena, majestuoso, de vibrantes notas que lo inundan todo de una alegría cuasi mística. Acaba la música y mis ojos se fijan en el periódico que aún tengo, sobre la mesa, por leer: en primera plana se abunda sobre el rescate a la banca española, a mi ánimo le toca practicar un aterrizaje de emergencia sobre un firme tan irregular como los gráficos de nuestra economía, que en España las buenas pistas son las de los aeropuertos que no se usan pero que sí se pagan…
Y es que en España, si alguien demuestra tener afán de superación en sus profesiones son los deportistas, ya sean tenistas, futbolistas, o de cualquier otra disciplina, que triunfamos en todas. “Soy español, ¿a qué quieres que te gane?” Es la pregunta, entre retórica y patriótica, que hacemos cuando queremos sentirnos algo en el extranjero y no es para menos, viendo nuestro palmarés. Lo cual, junto con nuestra Historia, demuestra que los españoles, cuando nos ponemos somos invencibles. Eso es lo que sabe dar de sí el noble pueblo español…
Ojalá, nuestros políticos tuvieran el mismo deseo de dar en la mayor medida de lo que pueden, así, España, no sería una primera potencia en el nivel internacional en el ámbito deportivo únicamente, sino también en el político y económico. Pero claro, nuestros deportistas llegan a donde están por mérito, y se mantienen por medio de una lucha diaria por ser los mejores. Lo suyo es una aristocracia, como bien recordaban mis amigos de Facebook, una aristocracia de base meritocrática, pero nuestros políticos no es que lleguen a donde están por mérito, en tantos y tantos casos, e insinuar si quiera que fueran una aristocracia, en el sentido griego, es para mover a la hilaridad… Los hay que sí, pero no puede haberlos que no, pues se encargan de la gestión de los asuntos de la Nación. Los políticos del PP tradicionalmente tienen mejor preparación que los del PSOE, quizás porque el primero prioriza la gestión y el segundo la ideología. Me viene ahora a la memoria un artículo que leí en ElConfidencial.com, que se titulaba: “Chile tiene en su Gobierno a la élite de Harvard frente a los Ministros sin estudios de Zapatero”. No hace falta que desgrane más el contenido del mismo, todos recordamos cómo nos fue con nuestro expresidente y su demeritocracia… Resultaría demoledor para el espíritu y el ánimo, comparar el curriculum de los ministros de Alfonso XIII, o incluso de Franco, con los ministros de la última etapa de la democracia. Y que conste que hago honrosas excepciones, porque no está bien generalizar, pero hable por nosotros la media…
Es por esto que nuestros deportistas son de primera y nuestros políticos de tercera, aunque, a veces, demasiadas veces, preferiría tener unos políticos de primera, aunque fuera a costa de tener unos deportistas de tercera…
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