
Texto: Condesa de Bobadilla.
Todos hemos oído hablar de los barrios de Chinatown o Little Italy en Nueva York. La inmigración procedente de Italia en el periodo de finales del siglo XIX y principios del XX hasta el comienzo de la primera guerra mundial fue muy numerosa. Más de 2,5 millones de italianos, la mayoría de la zona meridional y Sicilia, campesinos con muy poca formación, llegaron a Nueva York huyendo de un país sumido en una profunda depresión económica. Pero lo que poca gente sabe es que España también tuvo su propio barrio en Nueva York. Se llamaba Little Spain, y era un barrio en el que se hablaba español, se cocinaba con productos españoles y se celebraba al estilo de España.
El nacimiento de un barrio español
En la segunda mitad del siglo XIX, las regiones de Galicia y Asturias sufrieron una grave crisis industrial que obligó a muchos de sus habitantes a hacer las maletas y buscar fortuna al otro lado del Atlántico. La mayoría desembarcaron en Chile, Argentina, México o Uruguay, pero hubo también unos cuantos que probaron suerte en Manhattan. Fue la primera ola migratoria española importante hacia EE.UU., seguida por la causada por la pérdida de la Guerra de Cuba en el año 1898 y la que tendría lugar entre 1936 y 1939, durante la Guerra Civil Española y la Posguerra.
Como consecuencia de esta inmigración lenta pero sostenida, se calcula que en los años 40 residían entre 25.000 y 30.000 españoles en Nueva York. Al principio se instalaron en las áreas del Lower East Side y el Meatpacking District, cerca de las zonas portuarias en las que la mayoría de estos españoles trabajaban. Allí entraron en contacto con las comunidades italiana e irlandesa. Con el paso de los años, a medida que echaban raíces y se asentaban con su familia, comenzaron a juntarse en la misma zona, creando restaurantes, comercios y centros de ocio. Fue el nacimiento de una esperanza con nombre propio para los que llegaban en busca de una vida mejor: Little Spain, una colonia española donde sentirse en casa, en medio de un entorno hostil rodeado de enormes rascacielos de acero y cristal.



“Little Spain”, auge y caída.
Aquel Little Spain abarcaba poco más de una calle, la 14, extendiéndose entre las avenidas séptima y octava, y siendo colindante con los barrios de Chelsea y West Village. Al principio lo habitaban mayoritariamente marineros gallegos y asturianos, pero poco a poco la población fue creciendo y florecieron nuevos negocios y servicios.

Uno de los pilares sobre el que se desarrolló el barrio, fue el Centro Español, fundado en 1868, y que servía como punto de reunión, dando apoyo a los inmigrantes recién llegados a la ciudad, a los que ofrecía comida y atención médica.


Para brindar apoyo espiritual a la creciente población hispanohablante de Nueva York, en 1902 se construyó Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de los hispanohablantes de todo el mundo y primera parroquia en Manhattan con misas en latín y español. Se la debemos a el padre Venancio, quien supo ver la necesidad de un templo al que los hispanohablantes pudieran considerar suyo. Estudiando la localización donde residía la mayor parte de la población hispana, eligió para erigir el templo, la zona ubicada al norte de la calle 14, entre la séptima y octava avenida. Durante más de cien años, esta iglesia supuso el centro de sus oraciones, se oficiaban misas en español y funcionó como espacio para la celebración de bautismos, comuniones, confirmaciones y bodas.

Con la ayuda de María López, una mujer de carácter y compasiva, la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe creó Casa María López, o simplemente Casa María, ubicada en el 251 oeste de la calle 14. La casa organizaba cursos de mecanografía, taquigrafía, bibliotecaria, música o canto y diferentes oficios. Los maestros donaban sus servicios trabajando por una tarifa mínima. Los estudiantes pagaban lo que podían, a veces no más que unos centavos. En 1924, las siervas de María terminarían asumiendo la dirección de la casa. Con un fin similar, se creó la Casa San Rafael, para ayudar a los hombres jóvenes a aprender un oficio.

En 1921, la iglesia se expandió tras la adquisición de la propiedad colindante, consiguiendo así que muchos más files pudieran asistir a los servicios.


En la década de los 50, la Calle 14 era ya un hervidero de todo tipo de negocios en los que se hablaba español; tiendas de ropa, librerías y restaurantes de cocina española eran piezas clave en el desarrollo del barrio.
Existía una tienda de ultramarinos llamada Casa Moneo, creación de la vasca Carmen Barañano, viuda de Jesús Moneo, que importaba productos españoles en conserva para hacer la añoranza de España un poco más llevadera, pero que también vendía sartenes y ollas, trajes, zapatos y perfumes. ‘Gavila Brothers’, vendía electrodomésticos; “Las Musas”, cigarros. Otro negocio de postín, la Iberia vendía ropa española de primera calidad mientras que El Faro (que sigue hoy abierto) o El Coruña cocinaban especialidades gallegas. La Bilbaína, El Oviedo, Café Madrid o el Mesón Flamenco fomentaban las tradiciones españolas entre los habitantes de Nueva York organizando eventos a los que llegaron a acudir muchos famosos de la época como Marlon Brando.








Con la Guerra Civil, los españoles también llegaron con sus conflictos y problemas, y en la calle 14 incluso hubo piquetes frente a la ‘Casa Moneo’, porque a los republicanos no les gustaba que los dueños de esa tienda de ultramarinos exhibieran abiertamente su simpatía por el franquismo.



Así fue como durante la primera mitad del siglo XX, la cultura española fue una de las predominantes en la ciudad, ayudados por puertorriqueños, cubanos y mexicanos. En Little Spain se hablaba principalmente español, se celebraban fiestas y tradiciones nacionales como Santiago Apóstol e incluso los cines proyectaban películas en nuestro idioma. La tradición de celebrar la festividad de Santiago el Mayor se mantuvo hasta mediados de los años 1990. Durante la misma, la imagen del santo, símbolo del sentimiento de la comunidad española desfilaba a lo largo de la calle 14, que se cortaba al tráfico por una semana, siendo escenario de las celebraciones con mercados y espectáculos de folclore español.









Sin embargo, después de la Gran Depresión el barrio empezó a desintegrarse. Muchos españoles tuvieron que mudarse a zonas más económicas de la ciudad como Queens, el Bronx o Catskills, y la comunidad sufrió varias reyertas internas relacionadas con las drogas.

Con el paso de los años, Little Spain se fue diluyendo poco a poco y hoy muy pocos recuerdan que lo que hoy es el barrio de Chelsea fue una vez el barrio español. En parte porque la población española en Nueva York nunca fue tan numerosa como la italiana o la irlandesa; pero también porque los españoles nunca hemos sabido promocionarnos tan bien como italianos o franceses, aun teniendo mejores productos. Sin embargo, de todo lo que significó Little Spain, aún quedan como recuerdos vivos de aquella época, la Iglesia de Guadalupe (229 de la calle 14) y la Nacional (239 de la calle 14).




En la actualidad, existen muchas iniciativas para reivindicar el barrio español de Manhattan y que éste no caiga en el olvido.
En 2010, el director estadounidense de origen español Artur Balder quiso recuperar esta parte de la historia olvidada de Manhattan. A partir de fotografías, documentos antiguos y de los testimonios de algunos descendientes de españoles que aún viven en el barrio reconstruyó la historia de esta comunidad con un documental titulado “Little Spain: A Century of History”.

También la novela de María Dueñas “Las hijas del Capitán” narra la historia de tres hermanas que junto a su madre dejaron Málaga para establecerse en la Gran Manzana, abriendo una casa de comidas.

Spanish Benevolent Society (La Nacional)
En el otoño de 1868, un pequeño grupo de españoles se juntaron en el modesto local del 151 de Bowery Street, en Manhattan para crear la Sociedad Española de Socorros Mutuos. Los fundadores, que procedían de diferentes partes de España, quisieron formar una sociedad donde los inmigrantes recién llegados pudieran encontrar el apoyo de la colonia española en Nueva York.
Así es como, hace hoy 150 años, nace la Spanish Benevolent Society, popularmente conocida como Centro Español o La Nacional, que permanecería en esa ubicación de la calle Bowery durante los primeros 50 años, hasta que en 1920 pasaría a su dirección definitiva en el 239 de la Calle 14. Desde su fundación, surge con la intención de ser un lugar de reunión para los inmigrantes que vivían en Nueva York y también para dar asistencia a los que llegaban en busca de una oportunidad. Allí se les ofrecía comida, alojamiento y atención médica. Era el centro neurálgico de Little Spain, el lugar al que se acudía para aprender a escribir en español, a bailar flamenco o simplemente a charlar. Fue también una vía de escape para muchos exiliados de la Guerra Civil, y pasaron por ella personalidades tan importantes como Sorolla, Picasso, Dalí, Buñuel o García Lorca, quien escribió parte de Poeta en Nueva York en una de sus habitaciones.

Al final de la década de los 90, cuando la identidad de Little Spain se estaba desintegrando, el mítico edificio de La Nacional estuvo a punto de ser derruido, pero gracias al apoyo de abogados y gestores, se pudo evitar que el escenario protagonista y testigo de la existencia de esta prominente y activa comunidad española en Nueva York cayera en el olvido. El edificio, orgulloso de su importante pasado siguió en pie y en él se fundó de nuevo el Centro Español, una asociación y una nueva Spanish Benevolent Society.

Rob Sanfiz, fue el abogado al que un puñado de socios acudieron para salvar la institución que él mismo se encarga de dirigir en la actualidad. En gran medida, gracias a él se recuperó como centro de interés histórico y de encuentro social, y la sociedad comenzó a reclutar a intelectuales y artistas interesados en reivindicar la historia del barrio.

A pesar de la disminución de la inmigración española, el Centro sigue manteniendo el legado de sus fundadores con exposiciones de arte, bailes folclóricos, conciertos de música, presentaciones de libros y películas, conferencias, muestras gastronómicas, y otros eventos que conservan la cultura e historia de España y sus expatriados en Nueva York.

150 años después, el objetivo principal de La Nacional sigue siendo el mismo:
“promover, fomentar y difundir el espíritu de fraternidad y solidaridad entre españoles e hispanoamericanos residentes en este país”.
Hoy en día la nueva sociedad ronda los 500 miembros y sigue creciendo. En la planta baja del edificio se encuentra el restaurante La Nacional, muy famoso entre los españoles residentes en Nueva York por su significado histórico y su buena cocina, y al que suelen acudir para compartir unas tapas y una cerveza fresquita para ver el fútbol y si es posible, celebrar las victorias de “la Roja”.


La sociedad además, se encuentra ahora inmersa en conseguir lo que sería toda una hazaña para los españoles, y es que se reconozca que en aquellas calles un día existió la Pequeña España y conseguir así un cambio de nomenclatura devolviendo el nombre de Little Spain al barrio.
Paralelamente, el famosísimo chef español afincado en Estados Unidos, José Andrés, acaba de hacer realidad su proyecto más personal, desarrollado mano a mano con los hermanos Adriá. Recientemente han inaugurado, a unas cuantas manzanas de distancia del antiguo barrio español, en Hudson Yards, en la confluencia de la calle 30 y la Décima Avenida, el mercado Little Spain, que pretende reivindicar la gastronomía española como lo que es: una de las mejores del mundo. En el centro de este mercado cubierto hay una Plaza Mayor donde los clientes pueden sentarse a comer lo que hayan adquirido en los diferentes quioscos, incluida una vinoteca. También hay cabida para tres restaurantes. La inspiración nace de los mercados tan populares en España, que son un punto distendido de reunión y celebración entre amigos mientras se degustan unas raciones con una cerveza o un vino o se compra algo de comida para llevar.


Las luces de Nueva York hace mucho ya que se apagaron para ese barrio llamado Little Spain, que concentraba los sueños de aquellos españoles que llegaron buscando fortuna, ligeros de equipaje pero cargados de esperanza de hallar en él un destino mejor al país en el que dejaban su corazón y tradiciones, pero en el que apenas alcanzaban a vivir en condiciones dignas. Nueva York es una de las metrópolis más grandes del planeta, y aunque son muchas las manzanas que conforman su Gran Manzana, durante algo más de un siglo, una de esas manzanas representó la ilusión y esperanza de muchos de nuestros compatriotas. La lengua y cultura españolas fueron relevantes durante ese tiempo, tiempo en el que una parte de la historia de Nueva York fue también nuestra historia.

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