Notre Dame y el campanile de San Marcos: “dov’era e com’era”.

Texto: el Conde de Bobadilla. Todo viajero que se precie ha estado al menos alguna vez frente a Notre Dame, así como también ante al famoso campanario veneciano; dos edificios religiosos que, como vamos a ver, comparten un punto en común. Pues bien: muchos de quienes hemos visitado Notre Dame seguramente no hemos sido conscientes de la cantidad de restauraciones de las que ha sido objeto, como tampoco, al detenernos ante el campanile de San Marcos, hemos reparado que aquel soberbio campanario, no era el mismo desde el que Galileo Galilei demostró su telescopio al dux el 21 de agosto de 1609…

Galileo Galilei demostrando su telescopio al dux en el campanile de San Marcos, el 21 de agosto de 1609

 

Antigua ilustración del campanario de San Marcos en Venecia, Italia. original, creado por w. benjamin leitch y e. l., fue publicado en Florencia, Italia, 1842,

 

Efectivamente, el campanario de San Marcos fue víctima del terremoto que en 1902 sacudió Italia, tras el que empezó a ser reconstruido inmediatamente siguiendo la orden de Filippo Grimani, alcalde de Venecia, de hacerlo “dov’era e com’era”.

Instantánea del famoso Campanile reducido a escombros. (Foto de fecha 14 de julio de 1902.

 

El campanile en la actualidad,: “dov’era e com’era”.

 

Para restaurar una Catedral medieval, no vale sólo con ser un arquitecto que sepa mucho sobre edificios, ya que una catedral no es sólo un edificio. Las catedrales medievales eran libros de piedra, espacios sagrados con los que se catequizaba al pueblo, tan ignorante de cuestiones religiosas como hoy en día, por más que pretendidamente ahora tengamos más cultura. La concepción de lo que es una catedral medieval trasciende a lo que podamos entender en un sentido contemporáneo. La simbología y el lenguaje que se expresaba en la materia –la piedra, la madera-, o en la falta de ella –el aire, la luz- sería imposible que no se perdieran si no se respeta escrupulosamente ese com’era” en la restauración. Estamos hablando de una cuestión de autenticidad, por ello, en el sentido en el que nos estamos moviendo, una reconstrucción fiel sería auténtica, todo lo que se desvíe de eso, supondría una intervención fallida.

Por ilustrar la cuestión con un ejemplo, imaginemos que se han quemado unas páginas de un libro antiguo y se decide restaurarlo añadiendo otras en sustitución de las que faltan. Alguien expone que se haga un estudio del papel y la tinta, para que se pueda reproducir con los mismos materiales y siguiendo los mismos procedimientos. La propuesta no fructifica pues algún experto alega que eso sería un “pastiche”, un “falso histórico”, y que resultaría mejor hacerlo en otro tipo de soporte y de tinta para que el siglo de la restauración también deje su huella, concibiendo la obra como un continuum -es decir, alteramos materiales-. Sigamos suponiendo que van más allá en este tipo de criterios, y deciden no transcribir fielmente el texto que correspondería figurar en esas páginas, sino que lo alteran para “actualizarlo” a la forma de expresar y comprender el lenguaje de la sociedad actual, y dado a que el lenguaje evoluciona, y nadie puede sustraerse a ello, mejor dejar huella de esa evolución, y, ya de paso, expresarlo en lenguaje inclusivo, que es la dirección a donde debe tender el lenguaje en un futuro, como expresión de la democracia, y la lucha por la igualdad en el contexto de la conquista de los derechos civiles. De forma que, finalmente, las páginas que faltan se “restauran” de esta guisa. Con respecto al resto del libro acuerdan coser un post-scriptum en el que se repudie el lenguaje y mensaje de la parte no restaurada por resultar políticamente incorrecta. Si alguien piensa que desvarío, sólo tiene que recordar cómo se falsificó la edición facsimilar de la Constitución española de 1978, realizada por el Senado, en la que se sustituyó el escudo de España que la iluminaba, en su versión oficial de 21 de enero de 1977, por el actual, sancionado el 5 de octubre de 1981. Más que el Senado, el facsímil parece haberlo encargado el “Ministerio del Tiempo”, sólo así se explicaría que figure en 1978 la representación del escudo adoptado años después, que, por otra parte ni siquiera es franquista, puesto que, como hemos visto, fue aprobado dos años después de la muerte del estadista.

Podemos comprobar la falsificación del encabezamiento de la Constitución vigente en la edición facsimilar encargada por el Senado.

 

Volviendo a Notre Dame, los proyectos de restauración están dando bastante que hablar, en general suponen una ruptura, en mayor o menor grado, con el templo antes de su incendio. Desde el diseño de engendros futuristas o, simplemente horrorosos, hasta otros en los que la cubierta de Notre Dame se desvirtúa concibiéndose como un espacio de reunión para diferentes actividades, piscina pública, invernadero, granja hidropónica, bosque, que hasta cuentan con paneles solares para la generación de energía eléctrica, o un sistema de aprovechamiento del agua de lluvia. Como si estas cosas fuesen necesarias o propias de un templo medieval. Que yo sepa, cuando llueve no sólo lo hace en Notre Dame, cuando hace sol no sólo lo hace en Notre Dame y el techo de Notre Dame no es el único espacio posible pare celebrar reuniones, plantar árboles, o construir invernaderos o piscinas. El resto de Francia que no es Notre Dame seguro que sirve perfecto para todo ello.

granja hidropónica que genera más energía de la que consume.
Centro ecológico y sostenible de producción agrícola.
La catedral del invernadero y colmenas de abejas.
Otra de las locas propuestas.

 

No es de extrañar que estos errores de perspectiva, que obedecen a los cambios de paradigma de la sociedad postmoderna, nos lleven a confundir la restauración de un templo con la construcción de un espacio medioambiental y social sobre el mismo, mitad parque solar, mitad centro de convenciones. Un templo en que el culto a Dios se sustituye por el culto a la naturaleza. Y es que, como bien decía Chesterton: “Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa”. Lo cual puede considerarse comprensible para una sociedad atea pero convendremos que, incluso cualquier ateo, puede defender que la religión no deba encontrar ámbito de expresión en la construcción de un edifico público, porque no sea esta su esencia; pero difícilmente podrá defender que se restaure Notre Dame como si fuera un centro comercial, porque esta tampoco es su esencia.

Y, para respetar su esencia, que no es otra que hacerlo con respecto a las concepciones con las que se construyó y se mantuvo el templo durante tantos siglos, todo lo que no sea restaurarlo según su forma y mensaje más fidedigno es desvirtuarlo. Hagámoslo así, empleando la consigna del alcalde de Venecia: “Com’era”, no sea que la Catedral, que sobrevivió a su último incendio, no sobreviva a su próxima restauración.

 

Campaña de concienciación ciudadana “Notre Dame à l’identique”, llevada a cabo por la asociación “Société française pour la défense de la Tradition, Famille et Propriété” -FTP-

Desde Numen valoramos muy positivamente la campaña de concienciación ciudadana “Notre Dame à l’identique”, llevada a cabo por la asociación “Société française pour la défense de la TraditionFamille et Propriété” -TFP-. Se ve que son los que mejor han entendido, enfocado, y defendido la cuestión, dado que sus concepciones y presupuestos teológicos y antropológicos son los mismos con los que se erigieron Europa y Notre Dame, y que son aquellos a las que deberíamos volver antes de desintegrarnos como sociedad.

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El Conde de Bobadilla
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