
Organizada por el Museo Reina Sofía con la colaboración de la Comunidad de Madrid.
La exposición explora la contribución de los artistas extranjeros que después de la Segunda Guerra Mundial trabajaron en París, ciudad que aún conservaba esa aura vinculada a su mítica encarnación moderna como Ciudad de la Luz en el siglo XIX. Mientras se reconstruía política, social y económicamente, la ciudad francesa intentaba restablecer su imagen de capital cultural del mundo, contando para ello con la contribución de artistas extranjeros venidos de América, Europa, África y Asia. Algunos ya estaban presentes desde antes, como Kandinsky o Picasso; pero otros muchos fueron llegando huidos de sus países por motivos de discriminación racial, sexual, persecución política o simplemente porque aspiraban a llegar a ser reconocidos y París era el escaparate perfecto para ello.
La amalgama de procedencias se refleja en la exposición, donde se pueden contemplar trabajos de artistas de Argentina, Canadá, Chile, Cuba, EE.UU, Haití, México, Venezuela, Alemania, España, Italia, Finlandia, Hungría, Portugal, Rumanía, Rusia, Suiza, Argel, Sudáfrica y Japón, etc. Entre sus nombres figuran, los de Eduardo Arroyo, Jean-Michel Atlan, Anna Eve Bergman, Minna Citron, Ed Clark, Beaufor Delaney, Erró, Claire Falkenstein, Sam Francis, Herbert Gentry, Carmen Herrera, Vassily Kandinsky, Ida Karskaya, Ellsworth Kelly, Mohammed Khadda, John-Franklin Koenig, Roberto Matta, Pablo Palazuelo, Pablo Picasso, Jean-Paul Riopelle, Loló Soldevilla, Nancy Spero, Shinkichi Tajiri, Rufino Tamayo, Chu Teh-Chun, Jean Tinguely, Maria Helena Vieira da Silva, Wols o Zao Wou-Ki.
Atraídos por su legendaria historia bohemia, los recién llegados encontraron en los bares, clubes de jazz y estudios de París un aparente ambiente libre de prejuicios y de comportamientos académicos tradicionales, donde las personalidades y las identidades individuales estaban permitidas y fomentadas. A cambio, estos creadores ofrecieron su participación y colaboración en la reconstrucción cultural de la ciudad, que seguía luchando por ser la abanderada del arte occidental.
Sin embargo, París ya no tenía la centralidad mundial previa a la guerra. Su producción cultural distaba en gran medida de la imagen de unidad que se consolidaba al otro lado del Atlántico, en Nueva York, en torno al expresionismo abstracto, y que contaba con el beneplácito de la crítica, el mercado y las instituciones que se hacían eco entonces de la rígida dialéctica de bloques antagonistas impuesta por la Guerra Fría.
En contraposición, los artistas en París rehuyeron de ese discurso unitario, evidenciando con su pluralidad de enfoques las tensiones, los conflictos y las disparidades de la época. De este modo, la defensa del realismo socialista convivió en los primeros años de posguerra con los debates entre abstracción y figuración, toda vez que el surrealismo adquirió una renovada relevancia con experimentos cercanos al automatismo.
A su vez, muchos artistas estadounidenses llegaron a París a finales de los años cuarenta y durante los cincuenta por dos motivos principales. Uno era la carta de derechos de los veteranos, la ley que financió los estudios de los excombatientes de la Segunda Guerra Mundial en reconocidas escuelas de arte; el otro era la para dejar atrás un país controlado por las políticas del influyente senador Joseph McCarthy.
Un numeroso grupo de artistas latinoamericanos, llegaron animados por las becas y ayudas del gobierno francés buscando mejorar sus expectativas profesionales en un lugar, que seguía siendo referencia y estímulo para el arte moderno, con un clima favorable para la experimentación y el debate, no sólo artístico sino también político.
A medida que avanzaba la década de los cincuenta, la guerra de Argelia (1954-1962) despertó la solidaridad de numerosos artistas que, unidos en la denuncia de la política colonial francesa, se enfrentaron a la censura y las sanciones con obras comprometidas y críticas.
El ambiente artístico se politizó aún más y se volvió aún más crítico con la sociedad francesa gaullista.
Por aquel entonces ya trabajaban en París una serie de artistas críticos con los excesos del capitalismo y la nueva sociedad de consumo; y desilusionados por la falta de respuesta de las corrientes en boga: el expresionismo abstracto y el pop art. Su apuesta por una nueva figuración irónica y contestataria preparó el camino para el clima de Mayo del 68, con el que se pone fin a esta muestra.
París pese a todo. Artistas extranjeros 1944-1968 constituye un homenaje a la contribución que tuvieron esos “inmigrantes” en un periodo de gran vitalidad artística.
No en vano, el comisario de la muestra, el canadiense Serge Guilbaut, hace mención a la cita pronunciada en 1945 por el crítico Michel Florisoone: “El genio francés necesita a los extranjeros para funcionar”.
Información práctica
21 noviembre 2018 –22 abril 2019
Localización:
1ª planta del Edificio Sabatini: Calle Santa Isabel, 52, 28012, Madrid.
Horario:
Lun, mié-sáb: 10:00 – 21:00 h
Domingos: 10:00 – 19:00 h
Cerrado: Martes
Precio:
Taquilla: General: 10 €
Online: General: 8 €
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