
Con el cantante “Mamoncín” o “El rey del pollo frito”, José Escuder nos trae a la palestra otro espécimen a sumar a Gili Toledo en la galería de los “elementos” nacionales.
Texto: José Escuder.
Se veía venir. La Cátedra de Idiotología que Willy había dejado vacante, ha sido rápidamente sustituida. Y no por un actor de tercera, como en el caso del anterior, sino por un chaquetero de primera, como es el que ahora nos ocupa. Respecto a él, sus enemigos dicen que musicalmente es un muerto de hambre, pero no es verdad. Pues desde que empezó a cantar, allá por los años 80, en los escenarios le han tirado los suficientes huevos como para que pueda pasarse el resto de su vida comiendo tortilla. Eso sí: tortilla francesa, porque la española parece que se le atraganta. Es lo que vino a decir el otro día a Barcelona, después de suplicar que le dejaran participar en el Concierto por la Independencia. “¿Y por qué aquí también me han pitado”, preguntó, sorprendido. “Porque de tanto cultivar huevos de gallina, colega, al final se te ha visto el plumero”, le respondió un diputado de ERC, que se despertó justo cuando finalizó el concierto de Lluis Llach.
Y es que nadie es profeta en su tierra. Sobre todo el que renuncia a ella, como es el caso de nuestro protagonista, que está dispuesto a cambiar de bandera por un puñado de aplausos, unos aplausos que, por desgracia para él, nunca llegan. No importa dónde vaya a pegar codazos para hacerse la foto. Ni vendía discos cuando llamaba a la puerta de La Bodeguilla en la época gloriosa de su amigo Felipe, ni vende un disco ahora que, después de mucho insistir, le dejan vociferar en el plató de Intereconomía. Y es que su concepto de los amigos es el mismo que el que Groucho Marx tenía de los principios: “Si no le gustan éstos, tengo otros”. No importa que sean de derechas, de izquierdas o centrocampistas: su obsesión es meter un gol, independientemente de la portería. Es la ventaja que tiene salir al campo con varias camisetas a la vez: marque quien marque, siempre te apuntas el tanto. El problema es que, como su aspecto es más de recogepelotas que de futbolista, en su discografía en más fácil oír los pitidos del árbitro que los aplausos del público. Y es que nuestro protagonista cambia de equipo con la misma facilidad que Mortadelo de disfraz. Por eso no es de extrañar que un día inicie una cruzada contra el programa Operación Triunfo y al otro día acabe formando parte del jurado, o que se pase la vida defendiendo el derecho de los humoristas a la libertad de expresión, y luego, cuando una revista utiliza un vídeo para burlarse de su hipocresía, acuda rápidamente a los tribunales para que el juez ordene la retirada de dicho vídeo. Dicen las malas lenguas que hace años donó sus discos a una oenegé, pero ni siquiera por caridad la gente los compró. Hasta la revista Rolling Stone le ha denunciado públicamente por destrozar en directo las canciones de algún clásico.
Pero es que el sucesor oficial de Willy es capaz de todo esto y de mucho más. Por eso (y siguiendo con las malas lenguas) en cierta ocasión un amigo sindicalista le dijo: “Y ya que no puedes vivir de tu talento, ¿por qué no intentas vivir a costa del talento de los demás?”. Entonces decidió llamar a las puertas de la SGAE, donde le recibieron con los bolsillos abiertos. A partir de entonces se dedicó a convencernos a todos de la honradez de su presidente, Teddy Bautista, más conocido como el “Bautista de Hamelín”, por su afición a llenar de voraces roedores los despachos de la asociación. Y como los discos del presidente tampoco habían figurado jamás en el “Top Manta”, enseguida empatizó con él y le nombró miembro de la junta directiva. A partir de aquí, además de cambiar de camiseta, nuestro protagonista también cambió de nombre y se le empezó a conocer como el Rey del Chollo Frito”. Un nombre que musicalmente no le abrió muchas puertas, pero económicamente sí le abrió muchas carteras. “¿Y por qué has iniciado esta cruzada contra la piratería en Internet, si la gente no se baja tus discos ni aunque se los regalen”, le preguntó Joaquín Sabina, mientras le tarareaba la del pirata cojo con pata de palo y parche en el ojo. Pero nuestro protagonista, anudándose la corbata de Loewe que su amigo Teddy le acaba de regalar, no se dignó a responder a esa pregunta que, por desgracia, se respondía por sí sola. No. El Rey del Chollo Frito, prefirió dedicarse a cobrar un impuesto revolucionario a todos esos establecimientos que ponían música sin permiso, lo cual era una forma de multarles por no poner la suya. ,¿Resultado?. El juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, considera que podría ser autor de los delitos de apropiación indebida, administración desleal y falsedad documental. Es lo que les suele ocurrir a esos punkis con Visa Oro, que sólo suben al escenario para demostrarnos que sus axilas son más potentes que sus cuerdas vocales, a la hora de cantar.
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